A quien corresponda:
Con todo el dolor del alma he decidido hacer un raconto de las situaciones vividas desde el día en el que mi gran amor, Rodrigo Aguirre, entró en un quirófano para realizarse un estudio ganglionar llamado “ganglio centinela”, debido a un melanoma descubierto en Vigo, España.
Todo comenzó el viernes 9 de febrero. Esa mañana alrededor de las 8 u 8.30 hrs. aproximadamente se lo llevaron para hacerle la intervención, que supuestamente carecía de todo peligro, ya que se consideraba ambulatoria. La misma consistía en quitarle un ganglio (el que estuviera teñido por un líquido radioactivo que le habían inyectado el día anterior, y el que supuestamente sería el más próximo al melanoma extirpado en Vigo). Luego ese ganglio se estudiaría para descartar posibles células malignas derivadas del propio melanoma o “lunar maligno”. La cuestión es que, la espera en la sala de la Española se hizo bastante más prolongada, ya que estuvimos ahí sus padres y quien suscribe alrededor de dos horas, cuando la intervención constaba en un principio de 25 a 30 minutos.
Transcurrido ese tiempo, y ya un poco nerviosos, el padre de Rodrigo (Vicente Aguirre), decidió acercarse y golpear la puerta de donde veíamos que salían los médicos a dar el parte a las familias que estaban allí, como nosotros. Preguntó por su hijo y una enfermera le dijo que aguardara afuera que los médicos ya saldrían a informarnos. A los cinco minutos aproximadamente es que salieron el cirujano (Dr. Areosa) y el anestesista (Dr. Pedro Serra) a informarnos que la intervención se había complicado, que a Rodrigo lo habían trasladado al C.T.I., debido a un paro cardiorrespiratorio que le sucedió casi al final de la operación. En ese mismo instante el padre se descompuso, comenzó a quedar blanco y a transpirar, por lo que los enfermeros se ocuparon de llevarlo a emergencia para asistirlo. Mientras que la madre (Liropeya Camblor de Aguirre), y yo nos quedamos junto a los médicos para informarnos mejor de la situación. Ambos médicos nos dijeron que no se explicaban el origen del paro, ya que el estuvo hablando durante gran parte de la operación; y también nos dijeron que en vez de un ganglio tuvieron que sacar tres porque eran los que se habían teñido debido al líquido radioactivo. Dentro de toda esa situación confusa e inesperada totalmente, fue que tanto su madre como yo nos dirigimos a ambos preguntándoles enseguida si Rodri había sido asistido inmediatamente, y la respuesta fue: “Si, por supuesto, estábamos ahí, y de repente vivimos que el paciente dejó de respirar y comenzamos enseguida el trabajo de reanimación mediante masajes cardíacos”, dijo el anestesista. Luego preguntamos cuanto tiempo habían tardado en reanimarlo, y nos dijeron que alrededor de 15 a 20 minutos; bastante tiempo para un jóven sano y fuerte como el, sin ningún tipo de antecedentes similares. Quien menos detalles dio de lo sucedido fue el cirujano, mientras quien más habló fue el anestesista. Esto no es para culpar a uno más que al otro, sino que estoy tratando de recordar cada situación a la perfección, para que se logre llegar al fondo de esta trágica historia. Concretamente tanto el anestesista, como el cirujano nos dijeron que nos tranquilizáramos, y nos dirigiéramos luego a la sala de espera del C.T.I., donde el médico tratante en ese departamento nos daría el informe correspondiente de su evolución. Agregaron que había que esperar a las próximas 24 o 48 hrs. siguientes para determinar su estado de gravedad con presición.
Ahora, luego de todo lo ocurrido posteriormente, me doy cuenta que tanto un médico como el otro nos mintieron en la cara ese día, diciéndonos que la asistencia fue inmediata y que a Rodrigo lo trasladaron allí para que estuviera más cuidado y controlado; pero lo que no se atrevieron a decir es que Rodri salió de ese quirófano con una gravedad bastante definida debido al tiempo que estuvo sin oxigeno en la sangre por no haber hecho ellos su trabajo con la responsabilidad mínima que exige su profesión. Y verdaderamente no estoy hablando desde mi dolor como su novia y compañera durante 7 años y medio, sino que estoy tratando de recordar datos y situaciones que me ayuden tanto a mi como a las autoridades que llevan el caso a entender lo que condujo a mi querido Rodri a la muerte.
Y digo todo esto porque los mismos médicos encargados del C.T.I., como fue el Dr. Rodrigo nos supo decir en su momento que Rodri ingresó al C.T.I. con un estado crítico, grave, delicado y con lesiones cerebrales importantes, derivadas del tiempo en el que estuvo inasistido.
Pasaron uno o dos días, y no había signos de mejoría sino al revés, la situación se ponía cada vez más oscura, y los informes médicos de tanto del Dr. Rodrigo, como del Dr. Cancela eran cada vez menos esperanzadores. La situación de mi querido Rodri empeoraba debido a las secuelas gravísimas de ese paro inasistido en su momento. Recuerdo también que en uno de los informes médicos el Dr. Rodrigo nos dijo que son tan solo precisos 3 o 4 minutos de falta de oxígeno en la sangre y por ende en el cerebro para que se produzcan lesiones cerebrales. Entonces ahí ya comenzaba a comprender un poquito más el porque de su estado tan delicado. Razonándolo concluía que si científicamente, debido a los mecanismos del cuerpo humano, bastan 3 o 4 minutos para que se produzcan en casos lesiones cerebrales; como no las iba a tener una persona que estuvo entre 15, 20 o quizás 30 minutos con un paro cardiorrespiratorio; dando por hecho por supuesto que la asistencia tardía le provocó lo que posteriormente nos informaron: la muerte cerebral.
El sábado 10 apareció el anestesista en la sala de espera. Por supuesto que tanto la familia como yo corrimos a escucharlo por si tenía algo más que aportar a esta trágica situación. Este señor se acercó y lo único que hizo fue alimentar una esperanza cinicamente diciéndonos que no todo estaba perdido, que había casos en los que la gente salía del coma y se reponía; que apuntáramos a su juventud y tuviéramos fe, que él era muy creyente y recién venía de la Iglesia de rezar por Rodrigo. Encima se dirigió tanto a mi como a los familiares más cercanos y nos dijo que le habláramos, que el seguramente nos estaría escuchando y eso le haría bien. En un momento se dirigió específicamente a Álvaro Aguirre (el hermano que le sigue en edad a Rodri), y le dijo que entrara el a verlo, que transmitía mucha paz, ya que cuando él mismo entró a ver a Rodrigo vio el amor que Álvaro le transmitía a su hermano casi en silencio.
Razonando hecho tras hecho yo me pregunto: ¿Qué significó esa actuación frente a todos quienes estábamos ahí sin dormir y con una angustia incesante esperando que se produjera un milagro?; ¿Qué quiso transmitir?; ¿lástima?. Nos presentó un “discurso” cínico en el que todos confiamos dada la situación desesperada; cuando el claramente sabía que su proceder no había sido en ningún momento correcto durante la intervención, y que por su “mala praxis”, mi querido Rodri estaba ahí muriéndose.
Luego no apareció más, por lo menos ante mi vista. El que vino después fue el cirujano, el Dr. Areosa, quien mantuvo una conversación con el hermano mayor de Rodrigo (Gonzalo Aguirre), en la que estuve también presente. En todo momento este señor intentó defender su puesto, diciendo que el era cirujano y que no podía operar al mismo tiempo que controlar los signos vitales del paciente, ya que solo su labor le requería total atención. Y agregó que si el hubiera podido elegir al anestesista, seguro que hubiese elegido a otro.
Pero yo me pregunto…¿no es un equipo médico el que opera?, ¿no debería existir total comunicación entre el cirujano y el anestesista (en este caso) durante toda la intervención para asegurarse en todo momento que el paciente mantenga los signos vitales normales?.
Otra interrogante que me surge es: si la operación estaba programada para que durara un tiempo determinado, bajo una cantidad de anestesia local potenciada específica (como la que a el le suministraron), como puede ser que bajo la decisión de proseguir a quitar 2 ganglios más y por ende alargar la operación, no se hayan tomado las medidas o precauciones correspondientes y necesarias, como serían normalmente un monitoreo total del paciente ante la aplicación de otra dosis de anestesia. Según tengo entendido la aplicación de la segunda dosis pudo haber llegado a generar en él los efectos de una anestesia general, dada la aplicación previa de una local potenciada.
Todas estas hipótesis las he razonado varias veces, siempre bajo la colaboración de algunos profesionales de la medicina que de a poco me fueron ayudando a evacuar algunas dudas, y así poder llegar a entender de alguna manera el porque de esta tan trágica pérdida para mi.
Estuvimos tanto la familia como quien escribe, 6 días sin movernos del C.T.I. aferrados a la esperanza de que nuestro tan querido y siempre fuerte Rodri se iba a despertar y pronto recuperar. Pero ocurrió lo peor, lo impensable. Con todo el dolor y el sufrimiento posible en este mundo, el miércoles 14 de febrero vi al amor de mi vida, mi compañero del alma, partir.
No pretendo convertir este raconto de hechos en algo personal, pero no puedo dejar de expresar mi más profundo dolor, angustia e impotencia por haber perdido sin duda a quien sería el futuro padre de mis hijos.
El se fue en paz, como lo merecía. Pero quienes quedamos en este mundo terrenal tendremos de por vida una herida abierta, una pena sin consuelo y lo peor, una pérdida injusta, y a mi criterio totalmente evitable.
Dejo esta constancia por escrito de mi versión de los hechos debido a que actualmente me encuentro residiendo en Vigo con mi familia; pero quedo a total disposición de declarar todo esto verbalmente ante la autoridad competente cuando se considere necesario.
Jimena Barcia Gil
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