"Toto como le decían sus sobrinos se llamaba Rodrigo. Conoció a Jimena cuando apenas ambos despuntaban sus primeros 16 años de vida.
Y... fue así que, sin darme cuenta, Rodri pasó a ser un hijo y un hermano más de la familia. Fue pasando el tiempo; compartíamos el día a día, especialmente esas tardes domingueras, cuando en disputas por ser hinchas de cuadros rivales, surgían conversaciones punzantes defendiendo cada uno al cuadro de sus amores, y compartiendo la rueda del consabido matecito.
De carácter alegre y bonachón, supo ganarse el corazón de todos aquellos que convivimos con él, compartiendo, o no, sus convicciones y principios los cuales supo defender sin inhibiciones.
Su espíritu aventurero contrastaba con la imagen de adolescente ingenuo, pero de carácter firme, a la que mi Jime sucumbió. Y con estas palabras quiero resaltar también el dolor de mi hija querida, quien hoy sufre sin consuelo el arrebato de su gran amor.
Juventud, amor, cariño y ternura unían a esta pareja, con proyectos e ilusiones por cumplir. Día a día nos preguntamos cuáles fueron las causas que conllevaron a cegar la vida de alguien que, como todos, tenemos el derecho de gozar algo tan elemental como vivir.
Muchos te conocíamos y eras fácil de querer, transparente como una lágrima que hoy no podemos contener ante tanta impotencia que sentimos dos familias destrozadas, que buscan respuestas que puedan mitigar en algo el dolor, ante la pérdida de: un primer gran amor, un hijo, un hermano, un nieto, y de ese amigo incondicional que fue y será inolvidable.
Hoy en la distancia reflexiono sobre: `si errar es humano y perdonar divino`, no podemos acallar nuestras voces ante tanta injusticia por parte de quienes juraron alguna vez trabajar para salvar vidas, depositando algo tan valioso en manos inescrupulosas, y que confío a quien corresponda aplique el castigo implacable, porque ni la benevolencia divina podrá perdonar ni devolvernos, lo que una actitud cobarde nos lo arrebató".
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