INTRODUCCIÓN

La
finalidad del sistema sanitario es promover y mantener la salud,
evitar la enfermedad y aliviar y tratar la enfermedad. El conjunto de
elementos que lo integran debe aspirar a ofrecer unos servicios de la
mayor calidad y a que las personas tengan garantía de recibir
atención adecuada y segura en aras del resultado deseado.
En
los últimos años, la calidad y la seguridad se han convertido en
una preocupación creciente y una prioridad de los sistemas
sanitarios. La justificación, los principios y los métodos
dirigidos a lograrla han sido analizadas en múltiples libros de
texto, artículos y documentos oficiales y legales1-7.
Sin
embargo, y pese a todos los esfuerzos dirigidos a garantizar e
incrementar la calidad de los servicios, la práctica clínica es una
actividad acompañada de riesgos e incertidumbre.
El riesgo
es definido en el Diccionario de la Real Academia Española como la
contingencia o proximidad de un daño, pronunciándose en un sentido
muy semejante diccionarios de referencia de otras lenguas como
el Oxford Dictionary o el Robert de lengua francesa.
Mientras riesgo o exposición son términos utilizados para expresar
distintos grados de probabilidad de que suceda un hecho, la expresión
peligro (hazard), es empleada, habitualmente, para referirse a
una elevada posibilidad de algo más grave y concreto.
En el
campo de la atención a la salud y la salud pública el término
riesgo presenta una serie de peculiaridades, ligándose clásicamente
al estudio de la asociación causal8 y a la
probabilidad de que ocurran hechos relacionados con la salud o su
pérdida tales como fallecimiento, enfermedad, agravamiento,
accidente, curación, mejoría, etc9... En el mismo
sentido, el último informe sobre la Salud en el Mundo de la OMS para
el año 200210 define el riesgo como la probabilidad
de que ocurra un suceso adverso para la salud o un factor que
incremente tal probabilidad.
En cualquier caso, además de
la dimensión epidemiológica, cuantificable mediante el cálculo de
la fuerza de la asociación, el riesgo tiene una dimensión de
aceptabilidad social ligada a la percepción y con frecuencia poco
correlacionada con aquella, y otra de apreciación individual,
relacionada con la forma de comunicación y la participación en la
toma de decisiones11
.
LOS
RIESGOS DE LA ATENCIÓN SANITARIA El interés por los
riesgos relacionados con la atención sanitaria en general y con la
hospitalaria en particular no es nuevo. Efectos indeseables de los
medicamentos, infecciones nosocomiales, complicaciones del curso
clínico y errores diagnósticos y terapéuticos forman parte de las
preocupaciones diarias de los profesionales sanitarios12.
Barr13 vio en ellos el precio a pagar por los
modernos métodos diagnósticos y terapéuticos, en tanto que Moser
los denominó las enfermedades del progreso de la
medicina14.
Actualmente, el uso del término
yatrogenia no se limita exclusivamente a las consecuencias
indeseables de la prescripción de medicamentos, sino que incluye
toda patología relacionada con el proceso asistencial, teniendo en
cuenta el estado del arte en un momento dado y no prejuzgando la
existencia de error o negligencia15.
Sin embargo,
el concepto de riesgo asistencial es impreciso e incluye cualquier
situación no deseable o factor que contribuye a aumentar la
probabilidad de que se produzca, que está en relación con la
atención sanitaria recibida y que puede tener consecuencias
negativas.
En este sentido, podemos hablar de riesgos
asistenciales para referirnos a condiciones como las
siguientes:
Sucesos adversos (adverse event):
acontecimientos que tienen consecuencias negativas para el paciente,
gravedad expresada en forma de lesión, incapacidad, prolongación de
la estancia hospitalaria o muerte, relacionado con el proceso
asistencial. Pueden ser evitables (no se habrían producido, en caso
de hacer alguna actuación) o inevitables (imposibles de predecir o
evitar)16,17.
También denominados
desviaciones18, se ha señalado la conveniencia de
diferenciarlos de las complicaciones. En tanto que las desviaciones
son trastornos objetivos, ocurridos en la evolución de la
enfermedad, caracterizados por su relación con la atención recibida
y la no intencionalidad; las complicaciones son alteraciones del
curso natural de la enfermedad, derivadas de la misma y no provocadas
por la actuación médica.
Error (error): acto de equivocación u omisión en la práctica
de los profesionales sanitarios que puede contribuir a que ocurra un
suceso adverso19,20. Algunos autores han destacado al
respecto, la necesidad de mejorar la precisión de su existencia por
medio de una valoración por pares, en el momento de producirse21.
Casi-error (near miss): categoría mal definida que incluye
sucesos como los siguientes:
– Caso
en el que el accidente ha sido evitado por poco22.
–
Cualquier situación en la que una sucesión continuada de efectos
fue detenida evitando la aparición de potenciales
consecuencias23.
–
Hecho que casi ocurrió24.
–
Suceso que en otras circunstancias podrían haber tenido graves
consecuencias25.
–
Acontecimiento peligroso que no ha producido daños personales, pero
sí materiales y que sirve de aviso de posibles sucesos26.
Accidente: suceso aleatorio imprevisto, inesperado que produce daño
al paciente o pérdidas materiales o de cualquier otro tipo27.
Incidente (incident): acontecimiento aleatorio imprevisto e
inesperado que no produce daño al paciente ni pérdidas. También
puede definirse como un suceso que en circunstancias distintas podría
haber sido un accidente28; o como un hecho que no
descubierto o corregido a tiempo puede implicar problemas para el
paciente29 .
Efectos adversos de
medicamentos (adverse drug events): cualquier efecto nocivo e
imprevisto de un fármaco que ocurre a las dosis habituales para
prevención, tratamiento o diagnóstico30.
Negligencia (negligence): error difícilmente justificable,
ocasionado por desidia, abandono, apatía, estudio insuficiente,
falta de diligencia, omisión de precauciones debidas o falta de
cuidado en la aplicación del conocimiento que debería tener y
utilizar un profesional cualificado31.
Malapraxis: deficiente práctica clínica que ha ocasionado un daño
al paciente. Se entiende como tal, cuando los resultados son
claramente peores a los que, previsiblemente, hubieran obtenido
profesionales distintos y de cualificación similar, en idénticas
circunstancias.
Litigio (litigation): disputa
tramitada ante un juzgado que puede estar motivada por un desacuerdo
con la atención recibida o con los efectos no deseados de la misma.
Con relativa frecuencia no se debe a la existencia de los hechos
anteriores32.
Las
categorías citadas no son ni mutuamente excluyentes ni
colectivamente exhaustivas, pero ofrecen una panorámica del problema
de la yatrogenia y los riesgos relacionados con la atención
sanitaria.
PALABRAS
Y NÚMEROS: LA EVALUACIÓN DE LOS RIESGOS ASISTENCIALES
La
epidemiología es el estudio de la frecuencia de los fenómenos de
interés en el campo de la salud y el estudio del riesgo, su razón
de ser33.
Sin embargo, en el caso particular de los riesgos asistenciales,
existe poco desarrollo metodológico y las cifras disponibles son
insuficientes para proporcionar conocimiento pertinente para actuar
hacia su reducción.
El hecho de que desde el campo de
la epidemiología se trabaje con datos agregados, la frecuente
escasez de evidencia empírica y la insuficiente validez de la
misma34,
así como la lógica predisposición a rechazar relaciones causales
en las que puede no haber pruebas de suficiente claridad y precisión,
puede reducir la utilidad de los distintos procedimientos de
medición.
Por otra parte, la tendencia a proporcionar
información en un lenguaje excesivamente técnico puede ocasionar
una brecha profunda que entorpezca el análisis de la situación y el
proceso de toma de decisiones racionales sobre los riesgos, dado que
las personas perciben el riesgo desde un punto de vista individual,
intuitivo y con una fuerte carga emocional. Por ello, es esencial
cuidar, además de las cuestiones metodológicas, la cuestión de la
comunicación de los hallazgos epidemiológicos.
En relación
con la medición de los riesgos de la atención médica es importante
considerar, tanto los sistemas voluntarios de notificación como los
métodos de estudio de los mismos.
SISTEMAS
DE NOTIFICACIÓN DE SUCESOS ADVERSOS Los
objetivos del establecimiento de un sistema de notificación de
errores y sucesos adversos son: aprender de la experiencia ajena,
valorar la evolución de los progresos en prevención, detectar
riesgos emergentes relacionados con la aparición de nuevas técnicas
diagnósticas y terapéuticas, y en definitiva, contribuir a mejorar
la seguridad del paciente.
Semejantes en su planteamiento a
los diseñados en el entorno de la seguridad aérea y de
instituciones en las que la producción de accidentes tiene graves
consecuencias35,36,
son múltiples los organismos que en los últimos años han planteado
sistemas de notificación voluntaria de errores y sucesos
adversos.
Las cualidades que contribuyen al éxito de un
sistema de estas características han sido analizadas por Leape37,
debiendo destacarse en particular el carácter no punitivo y anónimo
de los sucesos incluidos (Tabla
1).


Además
de cuestiones relacionadas con actitudes y hábitos profesionales38,
los sistemas actualmente existentes presentan importantes
limitaciones, entre las que destacan: su carácter retrospectivo, la
indefinición de los casos a incluir, la subnotificación, los sesgos
que suponen la voluntariedad y la tendencia a notificar los errores y
sucesos más graves en detrimento de incidentes y casi-errores de
gran utilidad formativa, la falta de continuidad, escasez de
financiación y recursos y la lentitud en el análisis de la
información y difusión de recomendaciones.
Es en este
sentido, y como uno de las infraestructuras precisas para emprender
acciones efectivas en materia de calidad asistencial, en el que la
recientemente aprobada Ley de Cohesión y Calidad del Sistema
Nacional de Salud39,
plantea en su artículo 59 la creación de un registro de
acontecimientos adversos con el fin de recoger información sobre
aquellas prácticas que hayan resultado un problema potencial de
seguridad para el paciente.
EPIDEMIOLOGÍA
DEL RIESGO ASISTENCIAL
La
frecuencia y distribución del riesgo asistencial puede estimarse por
estudios transversales, prospectivos y retrospectivos. La elección
del método dependerá fundamentalmente del objetivo y los recursos
disponibles (Tabla
2)40.
El
estudio de incidencia de sucesos adversos y negligencias en más de
30.000 pacientes hospitalizados en 51 hospitales de agudos del estado
de Nueva York a lo largo de 1984, conocido como Estudio Harvard,
sigue siendo el estudio de referencia para el conocimiento del
problema. De acuerdo a los datos del mismo, los errores médicos
ocasionarían entre 44.000 y 98.000 fallecimientos cada
año16,31.
Estudios
posteriores llevados a cabo en los estados de Utah y Colorado41,42,
Australia43,
Reino Unido44,
Dinamarca45 o
España46,
han confirmado la magnitud y la posibilidad de evitar el problema;
pero también una significativa variación de resultados como
consecuencia, probablemente, de la diferente metodología utilizada
(Tabla
3).
Así
mismo se han realizado estudios relevantes dirigidos a analizar la
frecuencia y gravedad de los sucesos que se manifiestan tras el alta
hospitalaria del paciente47 y otros que utilizan la
metodología cualitativa48.
Entre los factores
que contribuyen a incrementar el riesgo de errores y sucesos
adversos, destacan en todos los estudios: la introducción de nuevas
técnicas y procedimientos, la fatiga y la inexperiencia de los
profesionales, la gravedad del proceso, la necesidad de atención
urgente y el tiempo de estancia hospitalaria49.
LA
COMUNICACIÓN DEL RIESGO
La comunicación del riesgo
debe de ser un proceso bidireccional de intercambio de información y
opinión sobre el mismo a distintas audiencias, tales como gestores,
público, medios de comunicación, etc. con el fin de conseguir la
mejor comprensión y la toma de decisiones más adecuada48.
Algunos
de los aspectos que influyen negativamente sobre la percepción de
los riesgos por parte de las personas son la concurrencia, entre
otras, de algunas de las siguientes circunstancias51,52:
involuntariedad, falta del control personal –causantes de daños
irreversibles resultado de una acción humana– manifestación
retardada de sus efectos, afectación de personas conocidas o
próximas causantes de opiniones controvertidas o poco explicables
científicamente.
Entre los factores de la comunicación que
pueden contribuir a la reducción de los riesgos en los servicios de
salud, pueden destacarse, los siguientes53:
Una discusión abierta y participativa de los riesgos.
Un
cambio cultural de una responsabilización retrospectiva y
culpabilizante a una responsabilización prospectiva y
capacitante.
El análisis de los factores que rodean
accidentes e incidentes.
La información verídica y
puntual sobre errores, problemas de seguridad y esfuerzos dirigidos a
mantener y mejorar la seguridad del paciente.
El feedback informativo sobre los
errores a todos los implicados.
La implicación del
paciente y de asociaciones de pacientes.
Por
todo ello, puede aseverarse que en relación con el riesgo, la
función de la epidemiología, no sólo es aportar datos para reducir
la incertidumbre, sino además, contribuir a una adecuada y razonable
toma de decisiones, basada en la comunicación y la utilización de
la información.
ESTRATEGIAS DE REDUCCIÓN DEL RIESGO
ASISTENCIAL
La aparición de un suceso adverso es la parte
más visible del iceberg de los riesgos asistenciales y, con
frecuencia, es la última secuencia de un proceso que ha comenzado
con anterioridad, en el que han influido múltiples factores humanos
y relacionados con los distintitos niveles organizativos del sistema
sanitario (Fig.
1)54.
En
el nivel de la macrogestión del sistema es precisa una estrategia
que establezca, como una prioridad, la calidad y seguridad de la
atención sanitaria. En esta línea, pueden ser de aplicación
general, actuaciones como las propuestas por un comité canadiense
creado con el fin de incrementar la seguridad del sistema sanitario
de dicho país. Entre las medidas más relevantes destacan las
siguientes55:
Creación de un organismo para la seguridad de los pacientes.
Exigencia de evidencia científica a cualquier nueva práctica,
tecnología y programa que se introduzca.
Puesta
en práctica de aquellas medidas que han demostrado su efectividad
para mejorar la seguridad de los pacientes.
Introdución
de la cultura de rendimiento de cuentas respecto a calidad y
seguridad de la atención sanitaria.
Desarrollo de un
entorno no punitivo como mecanismo de mejora de la calidad en todos
los niveles del sistema.
Realización de esfuerzos en
formación sobre calidad y seguridad.
Creación y
mantenimiento de sistemas de notificación y registro de sucesos
adversos, incidentes, casi errores y buenas prácticas.
A
nivel de la meso y la microgestión de los servicios sanitarios
existen dos formas de enfocar las actuaciones dirigidas a reducir los
riesgos asistenciales: centrándolas en las personas o dirigiéndolas
hacia el sistema en que desarrollan su actividad56,57.
La primera, se caracteriza por prestar especial atención al factor
humano, responsabilizando retrospectivamente a los individuos de sus
actos y culpabilizándolos de las posibles omisiones, distracciones,
incumplimientos de procedimiento y fallos de memoria, atención,
cuidado o profesionalidad. En este sentido las actuaciones deberían
centrarse en los fallos ligados a la actividad o actos inseguros
cometidos habitualmente por las personas que están en contacto con
el paciente.
Por
el contrario, la orientación centrada en el sistema asume las
dificultades de cambiar la condición humana, y dirige sus
actividades hacia la eliminación de ciertas condiciones latentes
dependientes de los distintos niveles de decisión, y la modificación
de las condiciones en que trabajan los personas por medio de la
construcción de barreras dirigidas a evitar la aparición de sucesos
adversos o limitar sus consecuencias (Fig.
2).
Entre los factores a considerar destacan: sobrecarga e inadecuada
definición de puestos de trabajo, formación insuficiente,
supervisión insuficiente de tareas, fallos en los sistemas de
comunicación, conflictos de intereses entre los recursos disponibles
y las necesidades asistenciales, recursos obsoletos, escaso nivel de
automatización, incorrecto mantenimiento de los medios diagnósticos
y terapéuticos, insuficiente estandarización de procesos, etc.
LOS
PACIENTES Y LA PREVENCIÓN DE RIESGOS ASISTENCIALES
La
implicación de los pacientes en la toma de decisiones sobre su salud
es una cuestión de actualidad58-62.
En el terreno de la prevención de los sucesos adversos, es de
particular importancia la cuestión de la comunicación abierta de
los riesgos y sucesos adversos, así como la participación real de
aquellos en el proceso de toma de decisiones, particularmente cuando
estas implican riesgos graves y variaciones importantes de la calidad
de vida, en dependencia de los resultados de pruebas diagnósticas y
tratamientos médicos o quirúrgicos.
La limitación que
puede suponer para la información sobre los sucesos adversos en
particular, el temor de los profesionales a litigios o a suscitar una
atención excesiva de los medios de comunicación, no parece
demostrada en organizaciones que han realizado un seguimiento al
respecto63,64.
Por todo ello puede afirmarse, que una manera efectiva de evitar
errores y sucesos adversos es hablando sobre ellos y estimulando a
los pacientes a preguntar al respecto65,66.HACIA
UNA PRÁCTICA CLÍNICA SEGURA
Una práctica clínica segura
exige conseguir tres grandes objetivos:
identificar qué
procedimientos clínicos diagnósticos y terapéuticos son los más
seguros y eficaces; asegurar que se aplican a quien los necesita y
realizarlos correctamente y sin errores67.
Ensayos
clínicos, revisiones sistemáticas de las publicaciones científicas
y estudios coste-utilidad, proporcionan un conocimiento útil y
válido para determinar la eficacia, eficiencia y seguridad de un
número, cada vez mayor, de tecnologías diagnósticas y
terapéuticas.
Prácticas sencillas, poco costosas y fácilmente
aplicables para la prevención de la trombosis venosa profunda, de
las infecciones quirúrgicas o de las úlceras por presión,
constituyen un ejemplo demostrativo68.
Las
limitaciones para lograr una práctica clínica segura se centran en
la insuficiente evidencia de múltiples procedimientos y en
conseguir, mediante una cuidada gestión clínica, el uso adecuado de
los recursos y la realización correcta de los distintos
procedimientos diagnósticos y terapéuticos.
La
reducción de los riesgos asistenciales precisa de actuaciones
coordinadas a diferentes niveles que van desde los actores hasta la
organización del trabajo, pasando por la cultura de la organización
(Tabla
4).
La
máxima seguridad del paciente se consigue por un conocimiento
adecuado de los riesgos, la eliminación de los prescindibles y la
prevención y protección de aquellos que hay que asumir de forma
inevitable. Porque seguridad no es igual a ausencia de riesgo.
BIBLIOGRAFÍA
1.
Institute of Medicine. To Err is Human: Building a Safer Health
System. Washington DC: National Academic Pres; 2000.
[ Links ]
2.
Institute of Medicine. Crossing the Quality Chasm: A New Health
System for the 21st Century. Washington DC: National Academic Press;
2001. [ Links ]
3.
Department of Health. An Organization with a Memory: Report of an
Expert Group on Learning from Adverse events in the NHS. London:
Department of Ealth; 2000. [ Links ]
4.
Wade J, Baker GR, Bulman A, Fraser P, Millar J, Nicklin W et al. A
National Integrated Strategy for Improving Patient Safety in Canadian
Health Care. Ottawa: National Steering Committee on Patient Safety.
Building a Safer System:2002. Disponible en:
http://www.rcpsc.medical.org/english/
publications/building_a_safer_system_e.pdf (Acceso 25 de julio de
2003). [ Links ]
5.
Australian Council for Safety and Quality in Health Care. Safety
First: Report to the Australian Health Minister Conference 27 july
2000. Disponible en:
http://www.safetyandquality.org/articles/Publications/safetyfirst.pdf
(Acceso 25 de Julio de 2003). [ Links ]
6.
Australian Council for Safety and Quality in Health Care. Safety
trough Action: Improving Patient Safety in Australia. Third Report to
theAustralian Health Ministers Conference19 July 2002 Disponible en
http://www.safetyandquality.org/articles/Publications/safety_action.pdf
(Acceso 25 de Julio de 2003). [ Links ]
7.
Decreto Foral 170/98 de 18 de mayo, por el que se reordenan los
servicios y las actividades de medicina preventiva y de gestión de
calidad en los centros hospitalarios del Servicio Navarro de
Salud-Osasunbidea.(Boletín Oficial de Navarra 73, de 19-6-98).
[ Links ]
8.
Pescandola M, Weed DL. Causation in epidemiology. J Epidemiol
Community Health 2001; 55: 905-912. [ Links ]
9.
Last JM. Diccionario de Epidemiología. Barcelona: Salvat, 1989.
[ Links ]
10.
World Health Organization. The World Health Report 2002. Reducing
Risks, Promoting Healthy Life. Geneve: WHO, 2002. Disponible en
http://www.who.int/whr/2002/download/es/ (Acceso 25 de Julio de
2003). [ Links ]
11.
Amalberti R, Cadilhac X, Garrigue-Guyonnaud H, Hergon E, Mounic V,
Pibarot ML et al. Principes methodologiques pour la gestion des
risques en établissement de santé. Paris: Agence National
dAcreditation et dEvaluation en Sante, 2003. Disponible en
http://www.anaes.fr/anaes/ (Acceso 25 de Julio de 2003).
[ Links ]
12.
Alberti KGMM. Medical errors: a common problem. Br Med J 2001; 322:
501-502. [ Links ]
13.
Barr D. Hazards of modern diagnosis and therapy - the price we pay -.
JAMA 1955;159:1452. [ Links ]
14.
Moser R. Diseases of medical progress. N Engl J Med 1956; 255: 606.
[ Links ]
15.
Michel P, Quenon JL, de Sarasqueta AM, Semana O. Estimation du risque
iatrogène grave dans les établissements de santé en France. Études
et Résultats 2003; 219: 2. [ Links ]
16.
Brennan TA, Leape LL, Laird N, Hebert M, Localio AR, Lawthers A et
al. Incidence of adverse events and negligence in hospitalized
patients: results of the Harvard medical practice study I. N Engl J
Med 1991; 324: 370-376. [ Links ]
17.
Wilson RM, Runciman WB, Gibberd RW, Harrisson BT, Newby L, Hamilton
JD. The quality in Australian Health-Care Study. Med J Aust 1995;163:
458-471. [ Links ]
18.
González-Hermoso F. Errores médicos o desviaciones en la práctica
asistencial diaria. Cir Esp 2001; 69: 591-603. [ Links ]
19.
Hofer TP, Kerr EM, Hayward RA. What is an error? Eff Clin Pract 2000;
3:1-10. [ Links ]
20.
Hofer T, Hayward RA. Are bad outcomes from questionable clinical
decisions preventable medical errors? A case of cascade iatrogenesis.
Ann Intern Med 2002; 137: E-327-E334. [ Links ]
21.
Wu AW, Cavanaugh TA, McPhee SJ, Lo B, Micco GP. To tell the truth:
ethical and practical issues in disclosing medical mistakes to
patients. J Gen Intern Med 1997; 12: 770-775. [ Links ]
22.
Vincent C, Ennis M, Audley RJ. Medical accidents. Oxford: Oxford
University Press, 1993. [ Links ]
23.
Van der Schaff TW. Development of a near miss management system at a
chemical process plant. En: Van der Schaff TW, Hale AR, Lucas DA,
eds. Near miss reporting as a safety tool. Oxford:
Butterworth-Heinemann, 1991. [ Links ]
24.
March JG, Sproull LS, Tamuz M. Learning from samples of one or fewer.
Organ Sci 1991; 2: 1-3. [ Links ]
25.
Ives G. Near miss reporting pitfalls for nuclear plants. En: Van der
Shaff, Lucas DA, Hale AR, eds. Near miss reporting as a safety tool.
Oxford: Butterworth-Heineman, 1991. [ Links ]
26.
US Nuclear Regulatory Commission. Reporting safety concerns to the
NRC. Washington, DC: US Nuclear Regulatory Commission, 1998.
[ Links ]
27.
Robertson L. Injury epidemiology, research and control strategies.
2nd ed. Oxford: Oxford University Press, 1998. [ Links ]
28.
National Research Council, Assembly of Engineering, Committee on
Flight Airworthiness Certification Procedures. Improving aircraft
safety: FAA certification of commercial passenger aircraft.
Washington, DC: National Academy of Sciences, 1980. [ Links ]
29.
Fiesta J. Incident reports-confidential or not? Nurs Manage 1994;
25:17-18. [ Links ]
30.
Berwick DM. Continuous improvement as an ideal in health care. N Engl
J Med 1989; 370: 53-56. [ Links ]
31.
Leape LL, Brennan T, Laird N, Lawthers AG, Localio AR, Barnes BA et
al. The nature of adverse events in hospitalized patients : Results
of the Harvard medical Practice Study II, N Engl J Med 1991; 324:
377-384. [ Links ]
32.
Orentlicher D. Medical malpractice. Treating the causes instead of
the symptoms. Med Care, 2000; 38: 247-249. [ Links ]
33.
Miettinen OS. Theoretical Epidemiology: principles of occurrence
research in medicine. New York: Wiley. 1985. [ Links ]
34.
Agencia dAvaluació de Tecnología i Recerca Mediques. Necesidad de
reforzar las políticas de gestión de riesgo. Informatiu 2002; 28:
1-3. [ Links ]
35.
Barach P, Small SD. Reporting and preventing medical mishaps: lessons
from non-medical near miss reporting systems. Br Med J 2000; 320:
759-763. [ Links ]
36.
Helmreich RL. On error management: lessons from aviation. Br Med J
2000; 320: 781-785. [ Links ]
37.
Leape LL. Reporting of Adverse Events. N Engl J Med 2002; 347:
1633-1638. [ Links ]
38.
Rosner F, Berger JT, Kark P, Potash J, Bennet AJ. Disclosure and
prevention of medical errors. Arc Intern Med 2000; 160: 2089-2092.
[ Links ]
39.
Ley 16/2003 de 28 de Mayo de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional
de Salud (Boletín Oficial del Estado número 128, de 29-5-2003).
[ Links ]
40.MICHEL
P, QUENON JL, DE SARASQUETA AM, SEMANA O. Estimation du risque
iatrogène grave dans les établissements de santé en France. Études
et Résultats 2003;219. Disponible en:
http://www.sante.gouv.fr/drees/etuderesultat/ er-pdf/er219.pdf
(Acceso 25 de Julio de 2003). [ Links ]
41.
THOMAS EJ, STUDDERT DM, BURSTIN HR, ORAV EJ, ZEENA T, WILLIAMS EJ et
al. Incidence and types of adverse events and negligent care in Utah
and Colorado. Med Care 2000; 38: 261-271. [ Links ]
42.
STUDDERT DM, THOMAS EJ, BURSTIN HR ZBAR BIW, ORAV J, BRENNAN T.
Negligent care and malpractice claiming behavior in Utah and
Colorado. Med Care 2000; 38: 250-260. [ Links ]
43.WILSON
RM, RUNCIMAN WB, GIBBERD RW, HARRISSON BT, NEWBY L, HAMILTON JD. The
quality in Australian Health-Care Study. Med J Aust 1995;163:
458-471. [ Links ]
44.
VINCENT C, NEALE G, WOLOSHYNOWYCH M. Adverse events in british
hospitals: Preliminary Retrospective Record Review. Br J Med 2001;
322: 517-519. [ Links ]
45.
SCHIOLER T, LIPCZAK H, PEDERSEN BL et al. Incidence of adverse events
in hospitals. A Retrospective Study of Medical Records. Ugeskr Laeger
2001; 163: 5370-5378. [ Links ]
46.
ARANAZ JM, GEA MT, MARÍN G. Acontecimientos adversos en un servicio
de cirugía general y de aparato digestivo de un hospital
universitario. Cir Esp 2003; 73: 104-109. [ Links ]
47.
FORSTER AJ, MURFF HJ, PETERSON JF, GANDHI TK, BATES W. The incidence
and severity of adverse events affecting patients after discharge
from the hospital. Ann Int Med 2003; 138: 161-167.
[ Links ]
48.
ANDREWS LB, STOCKING C, KRIZEK T, GOTTLIEB L, KRIZEK C, VARGISH T et
al. An alternative strategy for studying adverse events in medical
care. Lancet 1997; 349: 309-312. [ Links ]
49.WEINGART
SN, WILSON R, GIBBERD RW, HARRISON B. Epidemiology of medical error.
Br Med J 2000; 320; 774-776. [ Links ]
50.
EDWARDS A, BASTIAN H. Risk communication making evidence part of
patient choices. En: Edwards A, Elwyn G. Evidence-based patient
choice. New York: Oxford University Press, 2001;144-160.
[ Links ]
51.
Bennet P, Coels D, McDonald A. Risk communication as a decision
process. En: Bennet P, Calman K. Risk communication and public
health. Oxford: Oxford University Press, 1999; 207-221.
[ Links ]
52.
COVELLO VT. Risk perception and communication. Can J Public Health
1995; 86: 78-90. [ Links ]
53.
Elements of a Culture of Safety. Harrisburg: Pennsylvania Patient
Safety Collaborative, 2001. [ Links ]
54.MCNUTT
RA, ABRAMS R, ARON DC. Patient safety efforts focus on medical
errors. JAMA 2002; 287:1997-2001. [ Links ]
55.WADE
J, BAKER GR, BULMAN A, FRASER P, MILLAR J, NICKLIN W et al. A
National Integrated Strategy for Improving Patient Safety in Canadian
Health Care. Ottawa: National Steering Committee on Patient Safety.
Building a Safer System, 2002. Disponible en:
http://www.rcpsc.medical.org/english/
publications/building_a_safer_system_e.pdf (Acceso 25 de Julio de
2003). [ Links ]
56.
REASON J. Human error: models and management. Br Med J 2000; 320:
768- 770. [ Links ]
57.
VINCENT C, TAYLOR-ADAMS S, STANHOPE N. Framework for analysing risk
and safety in clinical medicine Br Med J 1998; 316: 1154-1157.
[ Links ]
58.
KASSIRER JP. Incorporating patients preferences into medical
decisions. N Eng J Med 1994: 330;1895-1896. [ Links ]
59.
GUADAGNOLI E, WARD P. Patient participation in decision-making. Soc
Sci Med 1998; 47: 329-339. [ Links ]
60.
FELDMAN-STEWART D, BRUNDAGE MD, MCCONELL BA. Practical issues in
assisting shared decision-making. Health Expectations 2000; 3:
46-54. [ Links ]
61.MIRA
JJ, RODRÍGUEZ-MARÍN J. Análisis de las condiciones en las que los
pacientes toman decisiones responsables. Med Clin (Barc) 2001; 116:
104- 110. [ Links ]
62.
COULTER A. After Bristol: putting patients at the centre. Br Med J
2002; 324: 648-651. [ Links ]
63.
VINCENT C. Understandig and respondig to adverse events. N Engl J Med
2003; 348: 1051-1056. [ Links ]
64.
KRAMMAN SS, HAM G. Risk management: extreme honestity may be the best
policy. Ann Intern Med 1999; 131: 963-967. [ Links ]
65.
Agency for Healthcare Research and Quality. Como proteger a usted y a
su familia de los errores médicos. AHRQ Publication No. 02-0001.
Rockville: Agency for Healthcare Research and Quality; 2001
Disponible en http://www.ahrq.gov/consumer/5tipssp/5tipssp.htm
(Acceso 25 de Julio de 2003). [ Links ]
66.
Agency for Healthcare Research and Quality. 20 recomendaciones para
ayudar a prevenir los errores médicos. Patient Fact Sheet. AHRQ
Publication No. 00-PO39.Rockville: Agency for Healthcare Research and
Quality,; 2000. Disponible en
http://www.ahrq.gov/consumer/20recom.htm (Acceso 25 de julio de 2003)
[ Links ]
67.
LEAPE LL, BERWICK DM, BATES DW. What practices will most improve
safety? Evidence-Based Medicine meets patient safety. JAMA 2002; 228:
501- 507. [ Links ]
68.
Shojania K, Duncan Bm McDonald K, Watcher RM eds. Making Health Care
Safer:A Critical Analysis of Patient Safety Practices. AHRQ
Publication 01- E058. Rockville: Agency for Healthcare Research and
Quality. Evidence Report/Technology Assessment, No. 43 Disponible en
http://www.ahrq.gov/clinic/ptsafety/ (Acceso 25 de Julio de 2003)
[ Links ]
No hay comentarios:
Publicar un comentario